Por Juan E. Page
de la Sociedad Filatélica de Madrid
Una vez más hablo de algo que no colecciono, pero creo que en la situación en que nos encontramos el tema puede ser adecuado. Se trata de comentar un libro: el “Disinfected Mail” del doctor en medicina K.F. Meyer, editado en los EEUU en 1962.
Como todos habréis oído estos días la palabra cuarentena tuvo su origen en Venecia, para referirse al aislamiento al que eran sometidos los viajeros en tiempos de epidemia. Pues bien, las precauciones también afectaron al correo. Traduzco textualmente del libro “ …en 1493 el Magistrado Supremo de Salud Pública de Venecia comenzó a extender las precauciones sanitarias al correo y las cartas. Por primera vez comenzaron a perfumar (sic) cada carta que llegaba de un lugar infectado o sospechoso…”
Las técnicas de desinfección se verían hoy con una sonrisa escéptica, pero los conocimientos acerca del origen de las infecciones eran erróneos, cuando no inexistentes. Las cartas se desinfectaban en principio solo en el exterior, de ahí las marcas “netto di fuora e sporco di dentro”, utilizando para ello la inmersión en vinagre, con resultados muy desfavorables para lo escrito, o, posteriormente, la vaporización con diversos tipos de mezclas químicas, como por ejemplo humo.
Pero pronto se concluyó que el sistema no era muy seguro, ya que al abrir la carta no se tenía garantía alguna de que no se extendiese la epidemia. Se recurrió entonces a tratar también el interior de la misiva usando para ello perforaciones o cortaduras, realizadas mediante herramientas diseñadas para ello. Nacieron entonces las marcas “netto di fuora e di dentro”
Para el que piense que el tema no puede dar para mucho incluyo la lista de países que, según Meyer, usaron la desinfección: el Imperio Austro-Húngaro, Bélgica, las Islas Británicas, Rumanía, Francia, Alemania Grecia, Italia, Japón, Malta, Holanda Suecia, Noruega, Dinamarca, Rusia, Serbia, Suiza y algún país americano como los EEUU. Una colección para oro grande… si no fuese por los precios que alcanzan las piezas.
Una publicación de 340 páginas que no defraudarán al que sienta alguna curiosidad por el tema. Como supongo que esto es algo entre nosotros me atrevo a incluir alguna reproducción, sin haber solicitado permiso para ello.
¡Resistid!
Muy oportuno, Juan Enrique, entran ganas de desinfectarse, aunque no se sabe de que.
Gracias por tu aportación, que nos ayuda a no perder el contacto y a conocer el origen de esa práctica prudente del correo.