Una de las tradiciones más arraigadas en la cultura y la tradición pasiegas quizá sea la actividad de las amas de cría.
Las Amas de Cría pasiegas eran jóvenes mujeres en edad de criar, jóvenes madres, entre 19 y 26 años, criando el segundo o tercer hijo, y en perfecto estado de salud. Estas mujeres acudían como nodrizas a la corte desde tiempos de Fernando VII, a partir del primer tercio del siglo XIX. Dejaban a sus hijos para marchar a diferentes partes de la geografía española, y ocuparse de los infantes de otras madres, siempre de buena familia, que no podían o no querían criar a sus hijos.
Durante todos los años que debía pasar el ama de cría con la familia que la había contratado, ella sería quien introduciría la ‘cultura’… gota a gota. Vería los primeros pasos de la criatura, escucharía sus primeras palabras; enseñaría a contar con los dedos de la mano y daría nombre a la nariz, los ojos y la boca. Sería la encargada de calmar fiebres y secar las lágrimas… mientras confiaba que otra persona, allá en su lejana aldea, hacía lo mismo con sus propios hijos.
Nodriza pasiega, de Valeriano Domínguez Bécquer
Museo del Romanticismo de Madrid
Durante más de un siglo el oficio llevó a diferentes lugares de la geografía española a muchas madres de estos valles que sacrificaron la atención de sus propios hijos en beneficio de los ajenos, con la única intención de mejorar el patrimonio familiar.
Las amas llegaron a alcanzar tal fama, que el gentilicio de pasiega se tomó como sinónimo de nodriza, e incluso se adoptó el traje típico pasiego como uniforme de las amas que llegaban a la capital. Muchas regresaban años más tarde a sus hogares, cuando habían logrado reunir el suficiente dinero como para mejorar la economía familiar y ofrecer un buen porvenir a sus hijos y marido.
El legado de estas mujeres está recogido en el Museo de Amas de Cría Pasiegas, situado en Selaya junto al santuario de la Virgen de Valvanuz. Y gestionado por la Agencia de Desarrollo Comarcal Pisueña-Pas-Miera y la Cofadría Virgen de Valvanuz.