El doctor Carlos Saldaña Fernández, miembro de Sofima y de la Real Academia Hispánica de Filatelia y directivo de Correos, pronunció dentro del ciclo de conferencias Sofima-Fesofi, una conferencia sobre la forma en que el Correo se reinventó en el siglo de las luces. Se trata de la primera parte de la trilogía que, bajo el subtítulo “De los Correos Mayores al servicio de Comunicaciones”, recorrerá los cambios del servicio postal desde el siglo XVIII hasta nuestros días y que para alegría de los oyentes se comprometió a completar en futuras fechas.
Comenzó señalando que en el siglo XVIII el Correo vivió, de la mano de los ilustrados, ocho décadas prodigiosas que transformaron el modo de ver su propia función y la forma de prestar los servicios postales. El período comprendido entre 1716, fecha en que la Corona se encarga definitivamente de la prestación del servicio de Correos, incorporándolo al Despacho Universal de la Real Hacienda (al ministerio de Hacienda diríamos hoy) y la promulgación de la Ordenanza general de Correos de 1794, constituye el proceso de cambio más profundo de la historia postal moderna.
Aun cuando entre el correo medieval y el correo ilustrado existe una identidad de razón (es el mismo correo transformado, no una nueva institución), los cambios se suceden para hacer realidad el sueño de Felipe V, de Carlos III, de Jovellanos, Campomanes y del Duque de Floridablanca, que aspiraban, no a modificar sustancialmente el orden social y político sino a lograr la pública felicidad mediante una creciente intervención del Estado en todos los órdenes de la vida social. La reversión del Correo a la Corona en los primeros años del siglo y su gestión directa por el Estado suponía, por una parte, nacionalizar el servicio postal en el doble sentido de integrarlo en el naciente sector público y de segregarlo del monopolio que ostentaba la familia Tasis en toda Europa desde siglos antes. Un proyecto ambicioso encaminado a reforzar el poder del Estado y su presencia en todo el territorio –por entonces el mayor imperio conocido–, fortalecer la Hacienda Pública con nuevos ingresos y crear mecanismos que favorecieran el desarrollo del comercio, la industria y las relaciones sociales.
En un primer momento (1716-1756) los ilustrados tratan de hacer realidad la máxima “Un Estado, un Correo”, que presuponía la existencia de un solo territorio postal, con una reglamentación común y un único sistema de tarifas y franquicias. A esta finalidad obedecían la supresión de las aduanas interiores entre las Coronas de Castilla y de Aragón, la organización del mapa postal en 14 demarcaciones, denominadas sellos, el Reglamento sobre cobranza de los portes de las cartas de dentro y fuera del Reyno de 1716, el sistema de precios en función de peso y distancia, la reglamentación sobre las condiciones de los cofres para el transporte de correspondencia, de moneda o de paquetes y la creación del sello negro como marca de franquicia unificada para toda la correspondencia oficial. El correo constituía un monopolio con un claro significado fiscal.
Destacó que no se trataba únicamente de hacer lo mismo de un modo más eficiente, sino de ofrecer además nuevos servicios. En 1739 se autoriza a la Factoría Real un servicio de transporte de viajeros en los carruajes que conducían la correspondencia, y poco después se crea en la Administración de Correos de Madrid la lista dotada con un “leedor de lista” encargado de leer las cartas a los destinatarios analfabetos. A mediados de siglo (1756-1779) se producen importantes avances: en 1756 se inicia el reparto de correspondencia a domicilio en Madrid con la creación del Cuerpo de Carteros Urbanos, cuya Ordenanza se publicará al año siguiente; dos años después se reorganiza el servicio conforme al Reglamento de la renta de Correos, y en 1762 se extiende el reparto domiciliario a las principales capitales a la vez que se regula el depósito de cartas en los agujeros o rejas que debían abrirse en todos los oficios o estafetas. Acababa de nacer la admisión de correspondencia ordinaria las 24 horas del día todos los días del año.
En 1761 se publica el Itinerario de las Carreras y Postas de dentro y fuera del Reyno, la primera cartografía postal general de España, que incorpora no sólo las rutas a caballo, la forma normal de transportar la correspondencia, sino las que se realizaban a través de la red de caminos de ruedas (carreteras por las que podía circular una diligencia) que ya alcanzaba los 12.500 km. En ese contexto se reorganiza el mapa de sellos desdoblando las demarcaciones de Castilla la Vieja y de Burgos, para estructurar 16 sellos.
1724 Carta de Luis I a Ávila con el sello negro real
A partir de 1772 el correo se moderniza nuevamente: se regulan detalladamente las funciones del personal de las estafetas, se crea en 1776 una jurisdicción propia que entiende de todos los asuntos civiles, penales, administrativos o mercantiles relacionados con el Correo gestionada por la Real Junta de Correos y Postas de España y de las Indias, y se reorganiza el transporte del correo hacia América con la Real Ordenanza del Correo Marítimo de 1777.
La consolidación de estas reformas en el último tramo del siglo, a partir de 1779, supondrá, por una parte, reorganizar por tercera vez las demarcaciones postales, que pasan de 16 a 26; la actualización de las tarifas, vigentes desde 1716; la creación de nuevas tarifas para impresos y periódicos con la finalidad de dar un impulso decisivo a la prensa; y la mejora del sistema de cobro con las instrucciones impartidas a las estafetas en 1784.
El Correo será pionero en la creación de un fondo de pensiones de jubilación para los empleados y de orfandad y viudedad que paliara la suma pobreza y desamparo en que quedan constituidas las familias de muchos de los dependientes después de su fallecimiento, con la creación del Montepío de Correos y Caminos por Real Decreto
de 1785.
Todo el esfuerzo renovador desarrollado a lo largo de estos ochenta años confluye en la Ordenanza general de Correos, Caminos y Postas de 1794, que reforzó la titularidad estatal del Correo bajo la autoridad del Superintendente General Nato de la Renta de Correos y Postas de España y sus Indias; y de los Marítimos y sus Arsenales; y asimismo de Caminos y Posadas; y de los Bienes Mostrencos, Vacantes y Abintestatos; y de la Real Imprenta y refundió en un solo texto toda la normativa del siglo XVIII, creando una regulación tan completa que sería el soporte básico de la legislación postal durante los dos siglos siguientes.
A modo de conclusión Carlos Saldaña afirmó que las reformas acometidas en el ramo de Correos por los ilustrados sentaron las bases del que, poco después, sería uno de los pilares del Estado liberal. La expansión de los servicios postales impulsada por las élites ilustradas, paralela a la mejora de las vías de comunicación, permitió cubrir territorios cada vez más extensos, en menor tiempo y con mayor regularidad, racionalizar las tarifas y ofrecer nuevos servicios. El desarrollo del Correo fue la palanca sobre la que se asentó la presencia efectiva del poder estatal en todo el territorio, la creación de un verdadero Estado transoceánico, el desarrollo del mercado interior y la expansión de la prensa, de la edición de libros y de las relaciones cotidianas.