El 20 de julio de 1969, dos norteamericanos, Neil Armstrong y Edwin Aldrin hollaron por primera otro cuerpo celeste, la Luna, “en nombre de toda la Humanidad”, tal como decía una placa en la nave Eagle (Águila), en la que habían alunizado. Aquella misión bautizada Apolo XI, contó también con un tercer hombre, Mike Collins, quien siguió sólo en la nave Columbia orbitando nuestro satélite, a la espera de recoger a sus compañeros para volver juntos a la Tierra. El éxito del peligroso periplo fue total, y así ha quedado para los anales de la Historia.
En 1961, el Presidente Kennedy convenció al Congreso para “…poner un hombre en la Luna antes de que acabara la década”. La agencia nacional del espacio de los Estados Unidos (NASA), asumió el desafío, recurriendo inmediatamente a los especialistas internacionales más sobresalientes en múltiples campos de la ciencia, como demandaba una hazaña de aquella magnitud.
La complejidad de los vuelos del Programa Apolo, y la seguridad de sus tripulantes, exigían una comunicación instantánea entre las naves y los centros de control en la Tierra. Así entró España por la puerta grande a través del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), que aportó sus estaciones de seguimiento y control espacial de Fresnedillas y Robledo (Madrid), y Maspalomas (Gran Canaria). Los técnicos españoles –codo a codo con los norteamericanos- vigilaron escrupulosamente las constantes vitales de los astronautas, y procesaron la avalancha de datos que fueron llegando de la Luna a la vez que les transmitían un sinnúmero de instrucciones para asegurar la correcta navegación espacial, y señalar el lugar y momento del alunizaje. No sin razón, tal insustituible ayuda fue llamada “El enlace vital”.
Bloque de cuatro del Sello conmemorativo emitido por la administración postal de los EE.UU.
El sello se diseñó con anterioridad al inicio de la Misión lo que dio lugar a numerosas anécdotas
Llegado el momento cumbre del primer alunizaje, fue la estación de Fresnedillas (Madrid Apollo, en el argot técnico de la NASA), y sus hombres quienes tuvieron la responsabilidad y el honor de ayudar directamente al descenso de la nave Eagle y a sus tripulantes Armstrong y Aldrin. Las palabras de Armstrong: “El Eagle ha aterrizado.” fueron emocionada primicia en Fresnedillas antes de oírse en Houston.
Más tarde, los trémulos pasos de Armstrong dejaron su huella en la superficie lunar, culminando la mayor gesta colectiva jamás acometida por el ser humano, que España y un grupo de españoles habían hecho posible. Así lo ratificó el propio Armstrong públicamente, al asegurar que: Sin las vitales comunicaciones mantenidas entre el Apolo XI y la estación espacial Apolo Madrid en Fresnedillas, podemos afirmar que nuestro aterrizaje en la Luna no hubiera sido posible.
La emisión se presenta como una hoja bloque en formato tríptico que observándola cerrada nos encontramos con dos secciones de la Luna y de una antena que enmarcan el sello. En el sello aparece una ilustración en calcografía de Aldrin sobre la superficie lunar teniendo de fondo la imagen de la Tierra desde la Luna. Los elementos que aparecen al desplegar la hoja bloque son por un lado el módulo lunar Eagle posado en la Luna y un puesto de control de vuelo para homenajear no sólo a quienes estuvieron en la Luna sino a todas las personas que hicieron posible esa proeza también desde la Tierra, sin olvidarnos de destacar la aportación española. El fotomontaje ha sido realizado con imágenes cedidas por cortesía de nuestro amigo José Manuel Grandela y la Agencia Nacional del Espacio de los Estados Unidos (NASA). Todo el tríptico lleva cold foil para dar una apariencia de metalizado como los trajes y material usado en las expediciones espaciales. Además esta emisión incluye Realidad Aumentada.