En el año 2013 nos dejaba un gran actor español, cabeza de una gran saga que no hace más que consolidarse en el cine de nuestro país.
Fernando Guillén nació en Barcelona en 1932. A pesar de que su vocación era la realización cinematográfica, al no alcanzar la edad reglamentaria para ingresar en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC), desvió su carrera hacia los escenarios. Formó parte de las compañías del Teatro Español y del María Guerrero, creando luego la suya propia junto a su mujer, la también actriz Gemma Cuervo. Posteriormente desarrolló su carrera en los estudios de Televisión Española.
En 1991 se alzó con el Premio Goya al Mejor Actor Principal por su papel en Don Juan en los Infiernos.
Además de sus representaciones en Estudio 1, protagonizó numerosas series de éxito como La saga de los Rius o los Jinetes del alba.
En el cine, además de ese papel que le dio la estatuilla del pintor español, interpretó papeles importantes y muy aplaudidos en películas como La estanquera de Vallecas o en la Ley del deseo o Mujeres al borde de un ataque de nervios, ambas, del director manchego Pedro Almodóvar.
Fue un gran profesional de la escena, no siendo un galán al uso quizás, pero conquistando sin duda a través de la mirada y de su elegancia al actuar.
El sello que homenajea a este grande del cine español, muestra una imagen en blanco y negro, de un primer plano del actor, apoyando la cara en su mano y mirando directamente al objetivo, con ese gesto tan suyo que lograba conquistar a la cámara y al público que había detrás.
La magia del cine nos da la posibilidad de vivir y revivir esas historias que permanecen para siempre. Esa inmortalidad del cine se traspasa a la de los actores, que gracias a sus interpretaciones siempre estarán vivos en sus películas.
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