Si hay un elemento identificativo de Francisco de Quevedo, además de sus letras, son sus singulares lentes, tan singulares e identificativas, que tomaron su nombre siendo conocidas como “quevedos”.
III centenario de la muerte Quevedo
Emisión de 1945
Esas gafas, junto con su característica perilla, son las protagonistas de un sello con el que Correos quiere recordar a Francisco de Quevedo cuando se cumplen 440 años de su nacimiento.
El sello va enmarcado en un Pliego Premium protagonizado por el retrato del propio artista atribuido a Juan van der Hamen, en el que luce una Cruz de la Orden de Santiago, que también aparece en el Pliego Premium y como detalle en el propio sello.
4º Centenario del nacimiento de Quevedo
Emisión de 1981
Este no es el primer sello que la Filatelia española dedica a este gran genio, uno de los máximos exponentes de la literatura del Siglo de Oro en España.
En 1945, ya se le dedicó una emisión con motivo del tercer centenario de su muerte.
Casi 40 años después, otro sello recordaba al escritor en el cuarto centenario de su nacimiento.
Pero fue la serie Correspondencia Epistolar, realizada por Gallego y Rey, en el año 2002, la que dejó un divertido y a la vez ilustrativo sello que representaba la eterna pugna entre los dos grandes de la época: Quevedo y Góngora.
Correspondencia Epistolar
Emisión de 2002
También salido de la pluma Gallego y Rey, en el año 2016, la serie Humor Gráfico recuperaba la ilustración de escritor, en una hoja bloque que tenía como protagonista al rey Felipe VI, que era llevado a hombros por muchos de los personajes más representativos de la historia de España.
Hace dos años, Correos dedicaba un sello al Instituto Quevedo del Humor, con motivo del 25 aniversario de las Muestras Internacionales de las Artes del Humor, en la que una ilustración de Quevedo volvía a ser la protagonista de un sello.
25 aniversario de las Muestras Internacionales de las Artes del Humor
Emisión de 2018
Si la importancia y el valor de un artista se midiesen por el número de sellos que su país le dedica, claramente Francisco de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, ocupa uno de los primeros puestos.