Al menos desde el siglo XVIII el Correo estableció tarifas especiales para el envío de impresos y libros. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX se sistematizaron en apoyo a la cultura y a las empresas editoriales y librerías, unas tarifas específicas para los pedidos con las llamadas Tarjetas para Pedidos de Librería y posteriormente con la tarifa de Certificados Sin Derecho a Indemnización para el envío por correo certificado “económico”, de las publicaciones de los editores a las librerías.
Con el título “El Fomento de la Cultura y la Correspondencia Especial entre Libreros”, José Manuel Rodríguez no ha presentado ejemplos de estas tarjetas y nos ha contado la evolución normativa que permitían su utilización.
José Manuel Rodríguez Gutiérrez, ex presidente de SOFIMA, académico de número de la Real Academia de Filatelia e Historia Postal y secretario de la misma, es también miembro de la Academia Europea de Filatelia. Jurado FIP (Team leader) de Enteros Postales y jurado nacional de Enteros Postales y de Historia Postal, fue presidente de la Comisión de Enteros Postales de FESOFI. Sus especialidades en filatelia son los Enteros Postales españoles y la Historia Postal. Sobre estos temas ha publicado numerosos artículos y dictado abundantes conferencias. Y sus colecciones han ganado medallas de Oro y Oro Grande tanto en España como en el extranjero.
El correo era el método básico para la comercialización, la distribución y, en general la comunicación entre los distintos agentes del mundo de la cultura, básicamente libros y publicaciones periódicas.
Ya en 1779 en el ““Reglamento para la cobranza de los portes, cartas, pliegos y paquetes con el sello de Castilla la Nueva y Madrid” firmado por el Conde de Floridablanca, establece la aplicación de precios especiales, concretamente, la mitad de lo que correspondería a la tarifa de cartas del mismo peso.
Por su parte, el “Real Decreto sobre el precio y peso de las cartas de la cincuenta y una Provincias de España” de 9 de julio de 1822 establece, con carácter general que “todo impreso que se conduzca de un punto a otro de la península …. pagará la mitad del porte que le correspondería con arreglo al peso y la distancia” pero hace la salvedad de que “si los enviasen los editores… para un pliego común 1 cuarto”, cuando la tarifa para una carta de menos de 6 adarmes era de 5 cuartos.
Posteriormente, para ayudar a este sector empresarial y fomentar la cultura se crearon servicios postales a precios muy reducidos, el primero para abaratar los pedidos y el segundo los envíos.
Tarjeta postal circulada el 3 de febrero de 1890 de Barcelona a Malines, (Bélgica)
Pedido de librería. franqueada como tarjeta
Se les dio un carácter especial a las tarjetas para pedidos de librería, asimilándolas a la tarifa de impresos, y, años después se creó un modelo de certificado específico sin indemnización.
Las primeras tarjetas que se emitieron por particulares a partir del 1 de enero de 1887 y fueron tarjetas comerciales.
En el Reglamento para el Régimen y Servicio del Ramo de Correos de 1898 aparece una nueva normativa, para apoyar la difusión de la cultura, creando la figura de las Tarjetas de pedido de librería, que se franquearían como impresos.
Jose Manuel Rodriguez ha mostrado algunos ejemplos de estas tarjetas y ha explicado cómo, el desconocimiento de la norma, provocaba algunos usos indebidos de estas tarifas que, en muchas ocasiones, paraban desapercibidos para la administración.
Finalmente, y dada la heterogeneidad de textos que los libreros y editores ponían en sus pedidos, el 21 de enero de 1945 se establece que, para gozar de esta tarifa especial: No deben aparecer les palabras Tarjeta Postal, ni Tarjeta Postal de Pedido de Librería, ni anotaciones similares, ya que entonces deberán franquearse como tarjetas y tampoco debe hacerse referencia a ningún artículo o precepto de Correos
Aquí puedes acceder a los contenidos de la conferencia
El Fomento de la Cultura y la Correspondencia Especial entre Libreros (PDF)