Por Marcelino González
Miembro de la Sociedad Filatélica de Madrid
Estamos inmersos en la conmemoración del V centenario de la primera vuelta al mundo, iniciada por Magallanes, que salió de España en septiembre de 1519 con 5 naos: Trinidad, Victoria, Concepción, San Antonio y Santiago, para tratar de encontrar el camino hacia las Islas de las Especias, las Molucas, navegando hacia occidente. Una hazaña que fue finalizada por Elcano tres años después, en septiembre de 1522, cuando regresó a España con sólo una de aquellas naos cargada de especias, la Victoria, después de haber dado la vuelta al mundo por primera vez en la historia. De esta manera, Elcano puso fin a la mayor aventura realizada por el hombre sobre la superficie de la tierra en toda su existencia.
Nao Victoria en una hoja bloque.
Emisión Conjunta España-Portugal.
También había sido nao la Santa María de Colón en el descubrimiento de América, en 1492. Hubo naos en la escuadra que llevó a Solís al que se iba a llamar Río de la Plata; en la escuadra que llevó a Panamá a Balboa en 1513, cuando avistó el que iba a ser Océano Pacífico; o en la que, en 1565, Legazpi se trasladó a las Filipinas. Y en el mimo año, Urdaneta realizó el tornaviaje de Filipinas a América a bordo de otra nao: la San Pedro.
Como vemos, se habla mucho de naos. Pero, ¿realmente sabemos de lo que estamos hablando? Llegados a este punto podemos hacernos varias preguntas: ¿qué era una nao?, ¿cómo era?, ¿para que servía? y, sobre todo, ¿cómo se vivía en ella? Y podemos aportar algunas respuestas sobre aquellos barcos de finales del siglo XV y del siglo XVI, que de vez en cuando se asoman a la filatelia para recordarnos a naos famosas, entre las que destacan con luz propia, las ya citadas Victoria de Elcano y Santa María de Colón.
Nao Nuestra Señora de la Victoria en un sello de Argentina.
Una nao era un barco de madera, sin remos, y con aparejo de vela formado por bauprés y tres mástiles más o menos verticales: trinquete, mayor y mesana. Tenía bordas altas, era ancho, de poco más de veinte metros de largo o eslora, con timón axial, cubierta corrida de proa a popa, cubierta parcial del castillo a proa, cubierta parcial de tolda a popa, con cofa, tabla de jarcia y mesa de guarnición en el palo mayor. Servía para el transporte de personal y carga, para la guerra, y por su pequeñez y relativamente escaso calado, era útil para exploraciones y descubrimientos. Solía contar con una lancha y un chinchorro, dos bombas de achique, al menos cuatro anclas, dos de ellas a proa, una en cada amura. Y podía armar algunas lombardas y falconetes.
Nao Victoria en un sello de España | Nao Santa María en un sello de Estados Unidos | Nao Victoria en un sello de Tierras Australes y Antárticas Francesas |
Se trataba de barcos pequeños pero robustos, construidos por excelentes carpinteros de ribera con muy buenas maderas, sobre todo, en las costas cantábricas. Su tripulación podía ser de unas 50 personas si eran mercantes, formadas por gentes experimentadas, que habían sido pajes con 8 o 10 años, que a los 16 ascendían a grumetes y a los 20 a marineros titulados. También podían llevar pasajeros. Y si eran de guerra, podían llevar otros 50 hombres de guarnición.
La gente de abordo vivía hacinada, compartiendo el espacio con mercancías, enseres, instrumentos, botes, y animales vivos para sacrificar durante los viajes o para llevar de transporte.
En los viajes, la falta de higiene era total, como lo era la ausencia de intimidad.
Nao Santa María en una hoja bloque de Camboya
Emisión de1992.
Vivían atacados por parásitos y roedores, con sed y hambre, sobre todo, en los viajes largos. La vida solía ser en cubierta, con calor, frío, humedad, lluvia, rociones, sol…. A lo que se sumaba el nauseabundo olor del agua estancada en la sentina o fondo de la bodega cuando se achicaba. Era un ambiente que favorecía la aparición de enfermedades de todo tipo, que llevaban a muchos a la muerte. Las enfermedades, el miedo, el mareo, la soledad, la añoranza…, eran unas constantes en aquellos viajes.
Nao Victoria en una hoja bloque de Rumanía.
Como ya hemos dicho, algunos de los principales problemas en viajes largos eran el hambre y la sed. Aunque al salir de puerto, los barcos solían estar bien aprovisionados, los víveres frescos fermentaban o pudrían, y se perdían en poco tiempo, y los secos, ahumados o salados, podían ser consumidos por los roedores, cucarachas, gorgojos, gusanos y otros bichejos de a bordo, o se contaminaban con la fetidez del agua de las sentinas. Y el agua, a los pocos días de estar en barriles en la bodega, se convertía en algo cenagoso y maloliente.
Libro “Vida en una nao del siglo XVI”
El libro “Vida en una nao del siglo XVI”, del que es autor Marcelino González Fernández, estudia la vida en una nao de hace 500 años bajo todos los aspectos: descripción, construcción, instrumentos, elementos a bordo, navegación, mercancías, gente (tripulación, guarnición, pasaje), vida a bordo, alimentación, higiene, sanidad, mantenimientos, reparaciones, seguridad, armamento, combates, naufragios, salvamentos, sexualidad, religiosidad, justicia, disciplina, castigos, tiempo libre, distracciones, juegos, etc.
El libro aporta la posibilidad de tener reunida en un solo volumen, la información necesaria para adquirir un buen conocimiento de cómo era una nao del siglo XVI y como se vivía en ella. Algo que es desconocido para la gran mayoría de la gente.
Datos técnicos: Título principal: Vida en una nao del siglo XVI Título complementario: La vida a bordo en los barcos de la primera vuelta al mundo. Autor: Marcelino González Fernández. |
Editorial: SND Editores. Lugar y fecha de edición: Fuenlabrada (Madrid). Abril de 2022. ISBN: 978-84-18816-56-7. Edición: Rústica. Número de Páginas: 419. Precio: 29,90 € |
Cuando desaparecían los víveres frescos, la dieta quedaba reducida a víveres secos y galleta, lo que suponía una gran falta de vitamina “C”, que causaba el escorbuto y la consiguiente muerte. El hacinamiento, la suciedad, la falta de ropa, los alimentos en mal estado, el aire viciado de la bodega y los parásitos, eran causantes de muchas enfermedades.
Entre los peligros estaban los temporales, los bajos, las aguas restringidas, o las vías de agua al aflojarse las costuras o pudrirse las maderas de los cascos, que podían provocar el hundimiento de los barcos. La gente era consciente de que la separación de la vida y la muerte eran los 8 o 10 centímetros de ancho del forro del barco. Otro peligro lo representaban los piratas y corsarios. El hecho de que en el horizonte apareciera una vela, desataba todo tipo de miedos y temores.
Y a pesar de todo, mucha gente navegó en aquellos pequeños barcos a través de los mares y océanos, sobre todo Atlántico y Pacífico, desafiando todo tipo de peligros, inconvenientes e incomodidades.
Publicado en “El Eco Filatélico”
Junio 2022
Un pensamiento en “Vida en una nao del siglo XVI”