¿Carabanchel Alto o Carabanchel Bajo?

Por Raimundo Almeda
Miembro de la Sociedad Filatélica de Madrid

Se echa al Correo en la oficina de Carabanchel Alto el 2 de septiembre de 1928 según el fechador que no llega a cancelar el sello de 25 céntimos de Alfonso XIII, tipo Vaquer, posteriormente matasellado con un anulador.

Va dirigida a Segismunda Morey en la carretera de Inca de Santa María, Palma de Mallorca (figura 1). En el dorso de la carta (figura 2) el remitente P. Cuevas, indica que su dirección es la calle Manuel Cano, número 19 en Carabanchel Bajo. En el dorso, vemos el fechador de Santa María, que constata que llegó a esa población el 4 de septiembre.

Carabanchel Alto o Carabanchel Bajo-Anverso

Una vez más nos quedamos sorprendidos con la rapidez del correo en aquellos tiempos. Cómo pudo en tan corto espacio de tiempo salir de Carabanchel Alto, llegar a Madrid, coger el tren hasta Valencia, el barco hasta Palma de Mallorca y después recorrer los más de veinte kilómetros que separan a Santa María de la capital balear. ¡Qué bien funcionaban los correos!

Los dos carabancheles dependían del juzgado y distrito electoral de Getafe. Carabanchel Bajo disponía de una conducción por cartero-peatón desde Madrid, al igual que Carabanchel Alto. Sin embargo, Carabanchel Bajo disponía de mejores servicios postales pues se podían enviar giros postales, valores declarados, correspondencia urgente, se podían emitir tarjetas de identidad y también disponía de los servicios que proporcionaba la Caja Postal de Ahorros. Mientras Carabanchel Alto, no disponía de estos servicios. Tan sólo se podían enviar giros postales hasta un valor máximo de 50 pesetas.[1]

Carabanchel Alto o Carabanchel Bajo-Reverso

Veamos el contenido de la carta. El remitente da consejos a Segismunda de cómo comportarse ante alguna adversidad que le está sucediendo. En el cabecero de la carta, se indica Carabanchel Bajo, pero la misiva se echó al Correo en Carabanchel Alto.

Carabanchel Bajo, 20 de septiembre de 1928

Querida Segis,

Si mal no recuerdo, el día diez y siete te mandé unas letras, las que supongo en tu poder, dado no haber tenido noticias tuyas, y espero ya lo harás.

Aquí nada anormal ocurre, sólo que yo sigo debatiéndome en mi ya inveterada costumbre de luchar, dado que, aunque cada día parece se aproxima más el que me encauce por el camino que me he propuesto, las dificultades e inconvenientes, me asedian y demoran lo que tan necesario y halagüeño es para los que consideramos todo nuestro patrimonio el trabajo. Como el trabajar es innato en mí y además una necesidad ineludible apenas salgo como no sea para visitar a alguna persona de las que se ocupan de mis cosas, lo demás del día. Desde muy temprano lo paso entre mis trabajos, pues tarde o temprano, espero Dios me ayudará: el trabajo es como la bondad, a fuerza de perseverancia se consigue lo que uno aspira o desea.

Creo leerás con detenimiento lo que en mi última te decía. Cuanto más a la vista del mundo hagas las cosas referente a Amparo, mejor saldrás, todo sin temor, porque el que no obra bien jamás puede vivir tranquilo, y el ser feliz no estriba sino en la tranquilidad de sí mismo, en el convencimiento de que uno no obró jamás mal, y como tú a ella no le hiciste más que bien, pronto se desengañará, cuando vea que sus acechanzas son demasiado pequeñas y miserables para que tengan eco, pues sólo la nobleza y los buenos sentimientos deben de ser escuchados, lo demás debe despreciarse: Créeme Segis.

Espero vayáis adelantando vuestras obras y eso os hará pasar el tiempo, un poco más distraídamente. Esos países cercanos al mar son siempre más propicios al solaz y la tranquilidad que estas grandes urbes donde todo es lucha por la existencia; pero a mí ya tan acostumbrado y que en ella nací, no podría vivir sin este ajetreo, este trabajo y a veces sufrimiento al que estoy acostumbrado y que como un espectro me acecha por donde voy, tan poco temido como ya sabes por mí.

Espero te irás acostumbrando y recobrarás tu tranquilidad, despreciando las inconveniencias y malevolencias de esta pícara existencia y tomas las cosas con más xxxxxxx y resignación consiguiendo tu tranquilidad por la que hago mis más fervientes votos y dispuesto siempre a hacer todo lo que de mí depende, aunque humilde, para que seas feliz, como sabes fue siempre mi más anhelado deseo.

Cree en el xxxxx cariño. Del que no te olvida,

Paulino

[1] LÓPEZ LAPETRA, Anacleto y LÓPEZ HEREDIA, Emilio. Índice de Correos, Telégrafos y Teléfonos. Página 120. Imprenta de Gabriel López del Horno. Madrid 1916.

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