Dentro de la colección #8MTodoElAño, dedicada a mujeres emblemáticas en la lucha por la igualdad. Correos dedica este sello a Elena Fortún.
Muchas de las lectoras que durante décadas crecieron con la lectura de Celia, la heroína de una larga saga de novelas infantiles, no sabían gran cosa de su autora, Elena Fortún, nacida como María de la Encarnación Aragoneses y de Urquijo en 1886 en Madrid: en sus ensueños de niña enfermiza y solitaria, hija única, imaginó parte de las historias que después aparecerían en el periódico La Prensa a partir de 1922.
Más o menos por esa época, tras la muerte de su hijo menor, comenzó a participar de manera activa en la vida cultural de Madrid, que vivía un momento esplendoroso: frecuentaba la Residencia de Señoritas de María de Maeztu, el Lyceum Club Femenino, y junto con otras autoras, como Carmen Conde, María Lejárraga o Ernestina de Campourcín, formó parte de los debates públicos que en aquellos momentos discutían en prensa sobre las aspiraciones de las mujeres.
Se había casado a los dieciocho años con el escritor Eusebio de Gorbea, pero el matrimonio no fue feliz, y su marido no asimiló el éxito cada vez mayor de Elena, que saltó desde el suplemento del ABC a prácticamente toda la prensa de la época. Por su parte, Elena mantuvo una relación con la grafóloga Matilde Ras.
El personaje de Celia, una niña que no acepta ni entiende el mundo que le rodea, gozó de tal aceptación que desde 1935 protagonizó una novela y finalmente una saga que, tras la guerra, mostraba cómo los sueños de la pequeña, al igual que los de muchas mujeres de la época, se habían truncado por completo. De hecho, tras el apoyo mostrado por Elena Fortún y su marido a la República, ambos se exiliaron a Argentina tras la caída de Madrid, que la autora refleja en la muy amarga Celia en la revolución.
En Buenos Aires, y con el apoyo de Margarita Xirgú, se relacionó con los hermanos Norah y Jorge Luis Borges, y continuó publicando en diversos medios: el suicidio de su marido, y distintas desavenencias familiares determinaron que regresara a España: murió en 1952, a los sesenta y cinco años, aún condicionada por la censura.
En 2016 vería la luz la novela Oculto sendero, que su nuera conservaba inédita, y en la que abordaba, en clave autobiográfica, el conflicto que le supuso aceptar su lesbianismo, y las dificultades que afrontó como creadora. Más obras verían la luz de manera póstuma y su extensa labor sería revisada y reivindicada décadas después por su atención a la psicología infantil y lo disruptivo de muchos de sus inolvidables personajes.