Nacido el 26 de enero de 1886 en Huesca, Fidel Pagés vivió en la ciudad aragonesa hasta que empezó a estudiar el bachillerato. Licenciado en Medicina con premio extraordinario en el año 1908, completó su formación en la Universidad Central de Madrid.
El joven Fidel decidió alistarse en el cuerpo de sanitarios del ejército como cirujano militar y muy pronto las urgencias de la guerra lo llevarían hasta una de las contiendas más sangrientas de aquella época: la guerra del Rif.
A su llegada a Melilla, en 1909, tan solo desembarcar, Pagés se vio invadido en el muelle por los gritos de dolor, el humo y el vaivén de personas que precisaban ayuda inmediata ante una emergencia sanitaria urgente. Las cabilas rifeñas, las tribus bereberes del norte de África, habían asestado un duro golpe a los soldados españoles en el Barranco del Lobo, donde las tropas españolas sufrieron una gravísima derrota a manos de las fuerzas rifeñas.
Fidel Pagés durante las visitas a un herido en un hospital en Melilla (1909)
A Pagés le encargaron sus superiores organizar una división de ambulancias de montaña capaces de trasladar a los médicos hasta la primera línea de combate y hasta los lugares más recónditos del frente para poder evacuar rápidamente a los heridos. Gracias a aquel sistema, el índice de mortalidad disminuyó drásticamente. Pero Pagés, cansado de ver sufrir a los soldados en el quirófano a causa de sus graves heridas, empezó entonces a pensar en un método que eliminara el dolor durante las intervenciones quirúrgicas.
Con la experiencia adquirida en el campo de batalla, Pagés redactaría un informe acerca de las heridas y las fracturas causadas por las armas de fuego por el que recibió una mención honorífica.
Las reflexiones del joven médico acerca del sufrimiento de los soldados en combate le valieron un traslado a Viena en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, donde gracias a su experiencia quirúrgica y a sus conocimientos de alemán lo nombraron delegado para inspeccionar los campamentos de prisioneros de la capital austríaca. Aparte de sus tareas de supervisión, Pagés también desarrolló una amplia e intensa labor como cirujano en el transcurso de la Gran Guerra.
A su regreso a España, las publicaciones científicas de Pages sobre el tema se sucedieron. En todos sus artículos, el científico ponía de relieve la importancia de hallar una modalidad anestésica que paliase el dolor de los heridos y que estos pudieran ser operados de traumas abdominales que hasta la época eran absolutamente inoperables.
En 1919 fundó la Revista Española de Cirugía, en la que años más tarde publicaría sus primeros estudios acerca del nuevo procedimiento de anestesia que hoy conocemos como epidural. Sus artículos estaban basados en diversas prácticas médicas y en intervenciones quirúrgicas. Aquellos estudios eran tan minuciosos que sirvieron de guía a otros médicos que por aquel entonces daban sus primeros pasos en aquella novedosa disciplina. De hecho, no pasó mucho tiempo hasta que Pagés fue reconocido como uno de los cirujanos más innovadores en España, aunque por desgracia sus estudios no fueron muy conocidos a nivel internacional ya que no fueron traducidos para su divulgación en el extranjero.
Pagés tuvo que partir de nuevo al frente justo cuando pretendía divulgar sus estudios en el extranjero. El llamado Desastre de Annual, una grave derrota del ejército español en tierras marroquíes, en 1921, llevó a Pagés de nuevo al frente, pero esta vez de una manera distinta. El científico iba pertrechado con todo lo necesario y preparado para realizar operaciones que hasta aquel momento ningún otro cirujano se había atrevido a realizar: atender heridas abdominales y, tal como explica en sus estudios, realizar “drenajes transcerebrales”.
El estrés del frente acabaría pasando factura al médico aragonés, y en 1923 tuvo que solicitar un permiso para disfrutar de un descanso. Pero la desgracia sería la compañera de viaje del cirujano, ya que una vez en España, el 21 de septiembre de 1923, el coche que conducía Fidel Pagés sufrió un grave accidente cerca de la localidad burgalesa de Quintanapalla, en el Alto de la Brújula. En el accidente, su mujer e hijos resultaron gravemente heridos, y él perdió la vida. Tenía 36 años. Días después, y en medio de un gran revuelo mediático, se celebró el funeral en Madrid.
Pero los estudios acerca de la anestesia metamérica (como Pagés bautizó a la anestesia epidural), pasaron desapercibidos en el mundo científico internacional. Una de las causas sería el propio Fidel Pagés que en ningún momento viajó al extranjero para ofrecer conferencias que diesen a conocer su descubrimiento y también renunció a que su descubrimiento se divulgara en otras revistas científicas que no fueran la fundada por él, la Revista Española de Cirugía.
Esta actitud pudo haber acabado condenándole al ostracismo científico, ya que en 1932 el médico italiano Achille Dogliotti declararía haber inventado la anestesia epidural y la comunidad científica así lo reconoció.
Sería un médico argentino llamado Alberto Gutiérrez, que había aplicado los métodos de Pagés tras haber leído sus artículos, quien alzó la voz en su defensa. Hasta Argentina llegaron los éxitos de Dogliotti, aunque Gutiérrez decidió dar a conocer los logros del científico español. La polémica acerca de quién había sido el inventor de la anestesia epidural duró varios años, pero finalmente el propio Dogliotti acabó reconociendo que había sido Fidel Pagés el primero en descubrir y aplicar aquella forma de anestesia, un método que aún a día de hoy es uno de las más utilizados en todos los quirófanos del planeta.
Buenas tardes,
Estoy buscando el matasello de primer día de Fidel Pages de este año no sé si ustedes lo tendrían para venderlo.