Dar a conocer, extender y difundir la obra de una de las más depuradas y fuertes artistas del siglo XX, Menchu Gal (Irún, 1919-2008), es el objetivo de la Fundación Menchu Gal, sin olvidar su entorno y a otros artistas que tuvieron relación con ella, o tuvieron incidencia en su obra, o se vieron involucrados en la misma.

Menchu Gal, discípula de Amédée Ozenfant, Daniel Vázquez Díaz y de Benjamín Palencia, adscrita a la Escuela de Vallecas, y con múltiples conexiones con notables artistas vascos, como Aurelio Arteta y Gaspar Montes Iturrioz, ha producido una interesante y vasta obra, considerada por críticos e historiadores como una de las más significativas de las creadas por una pintora española a lo largo del siglo XX.

Como todos los grandes artistas, Menchu Gal estuvo insegura de su obra hasta los últimos momentos. En esto se parecía a otro gran creador, Jorge Oteiza, gran amigo y admirador suyo. Sin embargo, mientras algunos no dudábamos de su valía y maestría, ella seguía siempre incierta.

Con su muerte, y en estos pocos años, su obra crece, se consolida y emerge, como una de las más sustanciosas y raciales, junto a la de Benjamín Palencia, Rafael Zabaleta y Juan Manuel Díaz Caneja. Paisajista y retratista del alma de las tierras de España, y de los mejores personajes de su época, ofrece una pintura fuerte, fauvista, entre cubista y expresionista, pero siempre vital, fresca y sintética. Menchu Gal pintaba como respiraba, de manera profunda, lúcida, rápida.

Y ahí quedan para nuestro disfrute y deleite esos trozos de Navarra, del País Vasco y de Castilla, esos retratos que parecen estar todavía frente a nosotros, y ese «elam» suyo que parece sobrevolarlo todo y estar todavía entre nosotros. Menchu es la emoción de la pintura.

Correos dedica en su serie filatélica de Pintura la obra de Menchu Gal titulada: Playa de Fuenterrabía un óleo sobre lienzo de un tamaño de 73 x 116 cm.

Fundación Menchu Gal