Por Joaquín Amado (1935-2020)

Hacia finales de los años ochenta, comenzaron a aparecer en los mercadillos de papel antiguo una serie de documentos que por su formato, textura y confección guardaban una cierta semejanza visual con el papel moneda. Sus valores oscilaban entre 5 y 1.000 pesetas.

Desde entonces, los coleccionistas no hemos logrado un acuerdo sobre su correcta clasificación.

Algunos comerciantes lo consideran papel moneda y lo incluyen en listas de precios de notafilia y numismática. Otros afirman que son bonos al portador. Hay quienes proponen ideas peregrinas, y aducen que fue papel moneda provisional y circuló durante la guerra civil. La realidad es mucho más simple: se trata de justificantes de las fianzas monetarias que los arrendatarios de viviendas estaban obligados a entregar al arrendador para cubrir posibles responsabilidades, y que éste venía obligado a depositar junto con el contrato en las delegaciones del Instituto Nacional de la Vivienda, con compromiso de devolución a la expiración del contrato.

Ejemplar de 500 pesetas de la primera serie de papel de fianzas.

El decreto de 8-9-1939 del Ministerio de Trabajo, que aprobó el reglamento para la aplicación de la ley de 19-4-1939 de protección a la vivienda de renta reducida y creaba el Instituto Nacional de la Vivienda, mencionaba entre los medios económicos con que éste organismo contaría para cumplir sus funciones “el 70 por 100 del importe total de las fianzas de alquileres que obligatoriamente deberán depositar los propietarios a disposición del Instituto”. Más adelante especificaba que las fianzas “deberán constituirse en su totalidad en el papel timbrado que se creará con la denominación de “Papel de Fianzas”. Y añadía: “Este papel será emitido por el Estado español y tendrá igual consideración a todos los efectos administrativos y judiciales que los demás comprendidos en la vigente Ley del Timbre”. Quedaba claro que el papel de fianzas sería emitido a nombre del Instituto Nacional de la Vivienda y que él sólo sería beneficiario de la masa dineraria inmovilizada que representaba.

Ejemplar de 50 pesetas, validado con sello de la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana de Manresa

Efecto timbrado

Un decreto posterior de 10-2-1940, aclaraba que “el resguardo de depósito al portador denominado “Papel de Fianzas”… sólo tendrá consideración de efecto timbrado a los fines de perseguir su falsificación y venta clandestina conforme la vigente legislación penal y procesal en materia de contrabando y defraudación”. Un nuevo decreto de 11-3-1949 explicaba el procedimiento de devolución: “Extinguido un contrato, corresponde al propietario o apoderado gestionar la devolución de la fianza, a cuyo efecto presentará el Papel de Fianzas correspondiente y una declaración jurada en la que exprese que el contrato ha dejado de surtir sus efectos”.

Las vicisitudes del papel de fianzas fueron las mismas que las del Instituto Nacional de la Vivienda, primero incorporado a la Organización Sindical, más tarde al Ministerio de Trabajo y finalmente al de la Vivienda, al crearse éste en 1957. En 1984, tras la descentralización de sus funciones, estas pasaron a ser compartidas con las Cámaras de la Propiedad Urbana y los órganos respectivos de las distintas Comunidades autónomas.

Ejemplar de 10.000 pesetas del papel de fianzas emitido por el Instituto de la Vivienda de Madrid en la década de 1960

Impresos en la FNMT

En su aspecto físico, el papel de fianzas original, elaborado por la FNMT en calcografía a varios colores y con fondos de seguridad burelados, no deja dudas sobre su carácter de documento de valor. Su anverso muestra el título y una leyenda con el compromiso de devolución, así como la clase y el valor en pesetas, que se repite en sendos cajetines en los cuatro ángulos. El reverso muestra en su centro una figura clásica con casco, que pudiera ser Hermes, enmarcada en un óvalo; dos círculos menores a ambos lados, en los que se repite la cuantía del documento, y cuádruple numeración de control en rojo. Se conoce también papel de fianzas por una cuantía de 10.000 pesetas, elaborado por la Junta de Andalucía en la década de 1980, a imitación del anterior pero calidad técnica y estética más deficiente. También el Instituto de la Vivienda de Madrid emitió papel de fianzas en formato menor y con un diseño especial.

Es lógico pensar que estos títulos al portador, acumulados en ingentes cantidades en las delegaciones del Instituto Nacional de la Vivienda, en las Cámaras de la Propiedad Urbanas y otros organismos oficiales, salieron de golpe al mercado tras un cambio de legislación que los hizo innecesarios. Pero desde el punto de vista del coleccionismo subsiste la duda de su encaje correcto. Si bien la ley de 1939 les otorgaba inequívocamente el carácter de efectos timbrados, lo cierto es que el Papel de Fianzas jamás fue contemplado por las sucesivas leyes del Timbre, lo que a mi juicio excluye sus ejemplares de la filatelia fiscal: más que justificar el pago de un impuesto o tasa, fueron simples resguardos de un depósito en efectivo tutelado por la Administración.

Papel de fianzas por valor de 10.000 pesetas, emitido por la Junta de Andalucía en la década de 1980

Fuente: EL ECO Filatélico y Numismático | N.º 1.250 | Abril 2016