Dentro del Ciclo de actividades desarrolladas por SOFIMA, el pasado domingo 15 de marzo tuvo lugar, una conferencia a cargo del vicepresidente de la Sociedad Filatélica de Madrid, Eugenio de Quesada sobre un tema en el que es un reconocido experto: las “Relaciones del Correo y el Telégrafo en la España de Isabel II”
Eugenio de Quesada es académico de la RAHF. Editor de numerosas revistas y bibliotecas filatélicas, ha publicado numerosos libros y artículos, entre los que destacan: “Estudio de los Sellos de Telégrafos de Cuba, 1868-1896” (Vol. 20 de ‘Cuadernos de Filatelia’ de FESOFI, 2010). “La leyenda de ‘La Maja Desnuda’, Estudio de la Quinta de Goya, 1930” (Vol. 4 de los Estudios de Afinet, 2010) o “Ambrosías Postales, 500 Años de Arte y Correo”. (Biblioteca NexoArt, Nexo Editores, 2010). Es miembro de diversas asociaciones y ha obtenido numerosos galardones filatélicos como la Medalla de Oro al Mérito Filatélico de España, otorgada por el Consejo de la Orden Civil del Mérito Postal (Ministerio de Fomento) además de medallas en Exposiciones Filatélicas de rango Internacional (FIP), Europeo (FEPA), Americano (FIAF) y Español.
El porteo de los telegramas dirigidos a destinatarios radicados fuera de este radio, debía realizarse a través del Correo, abonándose el importe del porteo en la Estación de origen
Dos grandes inventos marcaron el desarrollo social del siglo XIX, la expansión del ferrocarril que sirvió para el rápido desplazamiento de personal y mercancías y la implantación de la telegrafía eléctrica que propició el desarrollo de las comunicaciones.
La Telegrafía Eléctrica se implantó en España en el Reinado de Isabel II, siendo Ministro de la Gobernación, Antonio Cánovas del Castillo.
Inicialmente Eugenio de Quesada explicó, basándose en la legislación vigente en la época, los mecanismos de funcionamiento de la telegrafía y su relación con el correo.
La Real Casa de Correos, sita en la Puerta de Sol de Madrid
Sede de la Central de Telégrafos
En sus inicios, el Telégrafo hubo de servirse del Correo para el envío de la documentación y contabilidad de las Estaciones y Secciones de Línea, a la Inspección y la Dirección de Telégrafos en la Central de Madrid. También transportó el Correo miles de despachos privados, abonando tarifa en sellos de Telégrafos y de Correos (desde 1856), correspondientes al porte y derecho de certificado cuando eran enviados por Correo.
Telégrafo Hughes tipo pianola
El Gabinete Central de Telégrafos, sito en el sótano de Real Casa de Correos de Madrid se inauguró con seis aparatos Hughes tipo pianola
Según la “Tarifa del Servicio Telegráfico Interior” (Ministerio de la Gobernación, 1855): “Si el despacho hubiere de llevarse a domicilio, a más del precio marcado en la Tarifa, se exigirán 2 reales por el porte en el punto de expedición”. El límite de la distancia para la entrega de telegramas era el del interior de la población en la cual radicaba la Estación habiéndose establecido un radio de tres kilómetros.
El porteo de los telegramas dirigidos a destinatarios radicados fuera de este radio, debía realizarse a través del Correo (o de propio, a elección del remitente), abonándose el importe del porteo en la Estación de origen, el cual se sumaba a la tarifa, ya se tratase de la tarifa postal correspondiente al pago del franqueo del sobre que contenía el telegrama, o a la remuneración del propio que la Estación designase para la entrega.
En las prescripciones al dorso de los despachos, se aludía expresamente a la conducción de telegramas por Correo y “la forma de conducción más allá de la última estación telegráfica”: “pueden admitirse despachos a puntos en que no haya Estación telegráfica para remitirlos a su destino desde la más próxima, por Correo Certificado en el servicio interior”. El franqueo del porte y el derecho de certificado se pagaban en origen por el remitente.
En caso de interrupción prolongada durante la trasmisión de un telegrama, o bien que éste no pudiese transmitirse por un corte en la Línea que no pudiera solventarse en breve plazo, el Jefe de la Estación telegráfica (o un repartidor encargado por éste) debía depositar el telegrama en sobre cerrado en la Estafeta de Correos más cercana, haciéndolo llegar por vía postal al destinatario o a la Estación más próxima en la que se tuviera constancia de que había servicio.
La Administración de Correos, con población en que había Estaciones de Ferrocarril y de Telégrafo del Gobierno, debían hacer un apartado especial de los pliegos para el servicio telegráfico, de manera que estos fuesen recogidos sin demora por las Estaciones de Telégrafos, después de la llegada de cada tren.
Los funcionarios de los Ambulantes y Conductores del Correo debían recibir “con prioridad” los sobres con telegramas de las Estaciones, inscribiéndolos con hoja separada en un libro-registro específico y otorgándoles un tratamiento similar al del Correo Certificado.
Con la aprobación del Convenio de París en 1865, el protocolo a seguir en caso de “interrupción” de la comunicación de telegramas internacionales era el siguiente: “Cuando aparece en el curso de la trasmisión de un despacho una interrupción en las comunicaciones telegráficas, la Estación a partir de la cual se ha producido la interrupción expide inmediatamente el despacho por Correo o por otro medio de transporte más rápido, si de él puede disponer”; si bien “las Estaciones fronterizas y cualesquiera otras que remitan pliegos a otras Estaciones extranjeras, los franquearán previamente”.
En 1865, el gobierno español emitió los primeros sellos para el pago de los servicios telegráficos y con ellos aparecieron las primeras falsificaciones que Eugenio de Quesada ha estudiado en profundidad.
Aquí puedes acceder a los contenidos de la conferencia
«Relaciones del Correo y el Telégrafo en la España de Isabel II» (PDF)
La historia del telégrajo es muy interesante, llevo algún tiempo buscado información sobre el tema y hace unos días me topé con algo muy interesante como este post en https://quiendescubrio.es, es muy bueno.